Cuando el arquitecto Rafael Leoz se dio cuenta de que los sistemas constructivos no aprovechaban las posibilidades de la industria moderna, decidió abandonar su carrera profesional para dedicarse al estudio de una sistematización geométrica del espacio arquitectónico que hiciera posible una construcción más racional y unos desarrollos múltiples y sugerentemente variados.
Así descubrió que los espacios que resuelven las viviendas pueden asumirse como módulos geométricamente elementales y que, apoyados en tramas espaciales que organizan sus posibilidades isótropas, pueden generar grupos y subgrupos que multiplican las posibilidades combinatorias de forma exponencial. El «Módulo Hele» es uno de esos grupos: tres cubos alineados más uno adyacente en un extremo, que pueden unirse a otros del mismo tipo para formar grupos de complejidad o simplicidad variables. No fue una elección aleatoria o casual, sino fruto de un estudio comparativo para elegir la forma con mayor fertilidad combinatoria. El ‘Módulo Hele’ solo necesita otras tres piezas iguales para formarlo, la suma de los lados de su perímetro contiene proporciones armónicas (1, 1, 2, 2, 3 Sucesión de Fibonacci) y si dotamos al módulo de volumen tridimensional, solo necesitamos 16 para formar un cubo.
Este sistema representaba el potencial de la sistematización armónica de la industrialización de la arquitectura, ya que con pocos elementos se podían obtener infinitas soluciones armónicas. Eran átomos arquitectónicos que se organizaban en moléculas arquitectónicas.
Estas combinaciones moleculares próximas a la química del carbono llevaron a Leoz a experimentar con hiperpoliedros, afirmando que «estamos convencidos de que si esto ocurre en las ciencias, también ocurre en la arquitectura y las artes». Esta fue una de las constantes en la investigación de Leoz, que era necesario partir de la geometría pura y las matemáticas pero con sensibilidad artística, enmarcando el trabajo del arquitecto dentro de las Bellas Artes.
Leoz veía clara esta fuerte conexión entre ciencia y arte, que le llevó a industrializar el diseño en otros campos. «Lo mismo sirve para el urbanismo que para la jardinería, la pavimentación, las vidrieras, etc». Del mismo modo, esta sistematización geométrica era válida para el diseño de papel, tejidos estampados, azulejos o joyas, promoviendo la integración de todas las artes visuales bajo el paraguas de la Arquitectura.
«Todo ello en estrecha colaboración con los artistas puros: músicos, pintores, escultores, estetas, etc., etc.». Tal era la imbricación de las ideas de Leoz con otras disciplinas artísticas que el arquitecto Luis Moya se refirió a las redes espaciales comparándolas con el «sistema de octavas, tiempos e intervalos que organizan el espacio sonoro».
Esta metáfora convirtió el Módulo hele en un «acorde elemental, que ya es música, aunque no sea una obra musical completa».
Es esta conexión con el mundo del arte la responsable de que la obra de Leoz también tenga cabida en él. El diseño de maquetas, como ensayo de sus ideas, le llevó de forma natural a crear esculturas basadas en estos mismos principios. Un proceso lógico si se tiene en cuenta que el análisis del espacio y su disposición es objeto de estudio en la arquitectura, pero también en el campo de la escultura. La obra artística de Leoz, desarrollada dentro de la abstracción, es por tanto una extensión de sus estudios espaciales, siendo sus esculturas elementos geométricos con carácter de experimento científico y visual, como queda patente en su escultura ‘Estructuración Hiperpoliedrica del espacio’, que es la realización práctica de uno de sus sistemas de división del espacio: el que utiliza cuerpos geométricos que se disponen unos dentro de otros, formando una serie decreciente. Esta pieza es, en palabras del propio artista, una «representación volumétrica, simbólica y compendiosa», en la que se estudia una determinada división y disposición espacial del cubo y es una abstracción de las teorías de Leoz.
Esta faceta artística de Leoz le llevó a formar parte de diversos grupos que reunían a artistas de distintas disciplinas, como pintores, escultores y poetas, siempre con la voluntad de integrar las artes.
La Muestra Española de Nuevas Tendencias (MENTE), organizada en Barcelona por Juan Mas, Daniel Giralt-Miracle y Jordi Pericot, reunió a artistas preocupados por, en palabras de Julián Gil, «todo aquello que pudiera relacionar la obra de arte con las nuevas técnicas y ciencias».
Una vidriera realizada por Leoz en 1966 fue adquirida por el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, actualmente se encuentra en la colección de la Fundación March y está considerada como su primera obra escultórica.