“Se trata de una división y ordenación sistematizada del espacio hacia lo infinitamente grande y hacia lo infinitamente pequeño. Como aplicaciones de este volumen, salta a la vista que puede ser un juguete maravilloso”
Rafael Leoz
¿Qué es el Módulo Hele?
El Módulo Hele es el primer paso de la gran aportación de Leoz a la arquitectura.
Se basa en un módulo de extrema sencillez que aporta el máximo de posibilidades combinatorias en altura y superficie facilitando la producción seriada.
Tres cubos alineados más uno adyacente en un extremo que uniéndose a otros iguales conforman grupos de diversa complejidad o simplicidad.
Solo se necesitan 16 módulos para formar un cubo.
Con pocos elementos se pueden obtener infinitas soluciones armónicas. Solo la combinación de dos módulos HELE permite 123 posibilidades ¡y tres más de 12.000!
A pesar de que el nombre HELE surge como una abreviación de los apellidos Hervás y Leoz, fue el propio Joaquín Ruiz Hervás quien en una carta a la revista Arquitectura, dejó claro que el módulo era obra exclusiva de Leoz, a pesar de que frecuentemente se le atribuía la co-paternidad: “el estudio sobre la HELE (…), tanto en la paternidad de la idea como en su desarrollo posterior, se debe exclusivamente a mi compañero Rafael Leoz de la Fuente”.
Hervás y Leoz habían estudiado juntos y continuaron trabajando después de licenciarse junto con otros dos compañeros de profesión -José Luis Iñiguez de Onzoño y Antonio Vázquez de Castro- bajo el nombre de Grupo 122. A pesar de que 1956 fue un momento prolífico para los cuatro arquitectos, que fueron premiados en varios concursos, diferentes factores y circunstancias llevaron al grupo asumir proyectos de forma separada y, más tarde, a su separación. Durante un tiempo, antes de la disolución del equipo, trabajaron por parejas asumiendo proyectos por separado. Fue durante esos años de trabajo con Hervás cuando Leoz dio forma a la primera versión de su teoría geométrico-modular a través del citado Módulo HELE, que presentaría públicamente en solitario con el reconocimiento implícito en el nombre a su compañero.
Vidriera de Rafael Leoz compuesta por "heles" de cristal
Si hubiese que asignar una fecha de nacimiento oficial al Módulo HELE debería situarse en el año 1960. Fue en marzo de este año cuando la revista Arquitectura publicó el primer artículo sobre su hallazgo y unos meses después, en una reunión de arquitectos en la ciudad de San Sebastián, Leoz mostró a Coderch dibujos y fotos sobre sus investigaciones. De aquella conversación surgió la propuesta de Coderch de ponerle en contacto con Prouvé. Se conocieron ese mismo año. Un año después Leoz obtuvo su primer reconocimiento internacional en la Bienal de Sao Paulo de 1961 donde sus teorías recibieron la distinción especial del jurado. Al año siguiente se produjo el encuentro entre Leoz y Le Corbusier. Por todos estos sucesos, y más allá de lo que el Módulo HELE significa en el total de la obra de Leoz, no cabe duda que su importancia es aún mayor por haber sido el desencadenante de una serie de acontecimientos que marcaron la trayectoria profesional de Rafael Leoz.
Es curioso que algo tan simple en apariencia fuese tan grande, que algo tan sencillo en superficie significase tanto, fue un elemento de máxima sencillez que apareció de manera intuitiva. Y del mismo modo que un módulo debía ser el inicio en una repetición, el módulo HELE era el primer paso de la gran aportación de Leoz a la arquitectura.
Pero por qué el Módulo HELE, por qué un prisma con base en forma de L formado por cuatro cuadrados iguales. Rafael Leoz explicaba : «El ángulo recto tiene sentido mientras exista la fuerza de la gravedad, las estructuras espaciales más económicas y que trabajan mejor estáticamente son las estructuras reticulares de soportes verticales, y si la retícula en el plano horizontal es ortogonal o una cuadrícula, mejor que mejor».
La combinación de dos eles entre sí permiten 123 formas diferentes. Por añadidura, la HELE ofrecía una extraordinaria conexión con una cuestión clave en términos de proporción: la sucesión de Fibonacci. No solo eso, sino que muchos buenos proyectos respondían, sin saberlo, al Módulo HELE. No solo las posibilidades combinatorias son infinitas a pesar de trabajar con un módulo relativamente sencillo sobre una cuadrícula, sino que variando el ángulo de 90 o por otros de 60 o y 120 o se introducían nuevas oportunidades de diseño, que aumentaban aún más si se deformaba el conjunto, estirando o contrayendo el módulo.
Leoz, ante la pregunta del crítico de arte José de Castro Arines para el diario Informaciones de cuál era “el verdadero provenir de su invención” respondía inamovible: “La prefabricación. En la prefabricación de mi HELE hay una sola longitud de vigas y forjados. ¿Se da usted cuenta de lo que supone en arquitectura manejar un solo tipo de pilar de planta, cuando el número de plantas del conjunto de construir es en toda su extensión el mismo?”
Estos descubrimientos hacían sospechar que un nuevo sistema de trabajo debía ser aceptado por la arquitectura, en sustitución del que históricamente había asumido como propio y que la circunscribía en el mundo del arte, de la creación y que convertía a los arquitectos en artistas y casi genios. Poner esto en riesgo no era una cuestión superficial. Por eso, Leoz debía refrendar la utilidad del Módulo HELE para demostrar su viabilidad, lo que suponía conseguir industrializar elementos arquitectónicos. Si bien había claros defensores y admiradores de las teorías de Leoz, no eran pocos los que consideraban que el modelo de Leoz volvía rígida la creación arquitectónica, la limitaba y constreñía su vertiente artística. Leoz siguió investigando para demostrar no solo la utilidad de sus teorías, sino que, lejos de alejar a la arquitectura del arte, las matemáticas refrendaban la belleza artística de las creaciones nacidas de su método.
Frente a las críticas de quienes no querían perder su hegemonía argumentando que el sistema de Leoz era limitante, la opinión internacional caía rendida a los pies del Módulo HELE. Mies van der Rohe se refirió a él como “el nuevo módulo del señor Leoz” para acto seguido calificar a la arquitectura española como “la más honrada, equilibrada y sincera” de ese momento.
Probablemente, la suma de elogios y éxitos cosechados dieran a Leoz la fuerza necesaria para seguir ahondando en sus investigaciones
Lejos de dar por resuelto el enigma, Leoz incluyó el triángulo como consecuencia de la alteración de los ángulos de los vértices. Al cuadrado plano y al cubo añadió un grupo de triángulos argumentando que cuatro triángulos rectángulos forman un paralelogramo y cuatro paralelogramos agrupados en Hele contienen 16 triángulos rectángulos.
En un artículo, Leoz dirá que “Se trata de una división y ordenación, sistematizada del espacio hacia lo infinitamente grande y hacia lo infinitamente pequeño. Como aplicaciones de este volumen, salta a la vista que, puede ser: un juguete maravilloso”.
“Mi trabajo es una puerta abierta a un camino, muy limitado y muy modesto, que puede ser uno de los caminos aprovechables. (...) Lo que sí os pido es vuestra colaboración porque me hace mucha falta la crítica, precisamente la crítica de los compañeros, bien intencionada; que de verdad me digan si voy por un camino descarriado, ya que, prácticamente, es aquí en Madrid y en España, donde esto se desconoce. Se conocen unas primeras cosas muy elementales (...) y nada más, posteriormente se ha llegado a una teoría mucho más completa, pero siempre recalcando mucho que sus aspiraciones son muy limitadas, intentando resolver un problema de normalización de la Arquitectura y que, si tiene alguna virtud, es precisamente la de abarcar prácticamente todo el campo de la construcción.”